miércoles, 13 de marzo de 2013

Juventud y Futuro Político en Nicaragua




Por Luis Campos Pérez*

           En los últimos años estudios realizados sobre la cultura política juvenil en Nicaragua señalan que se está produciendo una movilización hacia un individualismo radical, marcado por tendencias hedonistas, utilitaristas y materialistas. Sin embargo, una revisión más recóndita de ese proceso refleja que existe un quiebre ideológico, identitario y valorativo entre la juventud y las generaciones más adultas –las cuales personifican y lideran el actual orden político y la hegemonía moral, y a la cual me referiré como la generación de las ideologías-. Como antecedente, la generación de las ideologías fue marcada por las experiencias vitales de casi dos décadas de conflicto armado en pleno cenit de la guerra fría, y en el cual se expresó la pugna ideológico-emocional de bandos contrapuestos (sandinistas vs. somocistas, liberales-conservadores vs. sandinistas, reaccionarios vs. revolucionarios, etc.). Las juventudes de los años setenta y ochenta interiorizaron profundamente los esquemas ideológicos, sociales y económicos en conflicto, los cuales alcanzaron un nivel de fijación profunda por la carga emocional que conllevó el conflicto armado.

            La juventud contemporánea conforma la tercera generación de cultura política desde entonces y la primera que nació dentro del período democrático constitucional. De este modo, existe en la actualidad un conflicto intergeneracional silencioso entre la generación de las ideologías y la juventud contemporánea, que de manera más o menos difusa está produciendo nuevos idearios políticos, que si bien no son tan antagónicos como los comprendidos en el conflicto bipolar de la guerra fría, sí presenta oportunidades para generar nuevas formas de “hacer ideología” desde la juventud. Aunque es previsible que esto, al menos inicialmente, ocurra dentro del esquema hegemónico capitalista contemporáneo. Es decir, que no cuestionaría las premisas consideradas como extensivamente preferibles dentro del orden internacional –como la libertad de mercado, el individualismo utilitario, la lógica de la acumulación y la supervivencia entre extremos socioeconómicos y la democracia liberal- pero sometería a escrutinio ideas altamente movilizadoras como la dignidad humana desde una perspectiva ética y moral estrictamente materialista.

            Sin embargo, el orden político existente en Nicaragua intenta preservar la estabilidad del sistema al reproducir sus valores y creencias sobre las nuevas generaciones. Y es en esa relación vertical en la que se producen actitudes, que en realidad son marginales, como la profunda desconfianza en el sistema político y las autoridades, el desinterés en la política entendida como la discusión de lo público por parte de las élites y el deseo -desincentivado por la práctica política existente- de participar en el mejoramiento de la sociedad en general.

            Lo que yace en el centro del ideario político juvenil contemporáneo en Nicaragua es una conexión invisible que vincula a toda la juventud consigo misma. Esta refleja la reconfiguración intergeneracional de valores, creencias, intereses y aspiraciones sobre la política. Sin embargo, esa conexión invisible convive con el orden político y la moral hegemónica de la generación de las ideologías, la cual tiende a constreñir a la juventud con valores como el anti individualismo, la lealtad política patrimonialista y el mesianismo político partidario. La conexión invisible contiene dentro de sí el potencial para la generación amplia de consensos estructurales, sociales y políticos. De este modo, la juventud contemporánea presenta condiciones verdaderamente favorables para el reconocimiento asertivo del consenso latente más allá de consideraciones afectivas o ideológicas. Sin embargo, la configuración dominante del orden político actual en Nicaragua trata de preservar el comportamiento y expectativas políticas juveniles dentro de cierto espectro no institucionalizado considerado como aceptable. Es decir, los jóvenes encuentran su ámbito de acción, condicionado por los valores políticos dominantes en el actual orden político.

            La clave para la transformación radica en la asertividad política de la juventud. Es decir, que en la medida en que los y las jóvenes desentrañen sus propias percepciones y aspiraciones políticas en esa misma medida se podrá dar el salto hacia el desarrollo político. Sin embargo, ese proceso requiere cuestionar esquemas aparentemente aceptados como normales. Por ejemplo, el cuestionamiento de la propia democracia. Que para que tenga sentido requiere que la juventud construya sentido propio de ella.

            Las nuevas formas ideológicas de la juventud nicaragüense se basan en una tendencia a evaluar empíricamente el desempeño del sistema político, en general, y del Estado, en particular. Esto significa que la simpatía por uno u otro partido político está dejando de ser un factor identitario casi hereditario o emocionalmente orientado para convertirse en una contingencia que observa empíricamente el desempeño de políticas públicas específicas. De igual manera, la preferencia partidaria se encontrará asociada directamente a un cálculo de los beneficios concretos y por lo general materiales que pueden devenir de tal preferencia.

            Ciertamente, estas nuevas formas ideológicas contienen aspectos positivos y negativos, por lo que es de vital importancia el involucramiento de toda la comunidad política para la conducción creativa del futuro de Nicaragua. Con intervención o sin ella el resultado podrá apreciarse tanto en la dimensión formal del orden político, como en la dimensión real del mismo, al cabo de los próximos treinta o cuarenta años. De este modo, dentro del espectro de procesos futuros podríamos estar frente a una sociedad más atomizada, individualista, insolidaria y sin una visión clara de nación, o podríamos moldear el desarrollo político a través de la identificación de los intereses y aspiraciones reales de la juventud y construir sobre esa base un consenso social y político amplio con la inducción de valores democratizantes y solidarios. La clave se encuentra en manos de la juventud en tanto que principales actores del desarrollo político, y de la sociedad civil y demás instituciones políticas como impulsores del proceso.

            Así, la gestación actual del ideario político juvenil en Nicaragua, y su superficial escepticismo social y político, no debe ser vista con pesimismo sino como lo que en realidad es, una importante oportunidad para saltar hacia una sociedad política más efectiva y con una democracia más integradora, con un consenso social amplio acerca de los intereses y aspiraciones comunes para el presente y el futuro de la nación.


*Este artículo comprende algunos aspectos que forman parte del libro que se publicará en 2013, titulado: El Consenso Latente: Cultura Política Juvenil Contemporánea y Cambio del Orden Político en Nicaragua.

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