domingo, 22 de julio de 2012

HACIA NUEVAS FORMAS DE HACER IDEOLOGÍA DESDE LA JUVENTUD NICARAGÜENSE



Por Luis Campos Pérez

Como parte integral de esa colectividad que llamamos Nicaragua, en su faz social, con sus contrastes y propiedades innombradas por la Ciencia Política occidental, podemos apreciar una dinámica intrínseca en su cultura política, que consiste en la persistente demanda social de “definición ideológica”. Dicha demanda se manifiesta como un requisito social para reconocer a las personas como parte integrante del "nosotros" o de los "otros", políticamente hablando -aunque en el fondo es una necesidad de identificar la afinidad partidaria, más que la ideología propiamente dicha-. Aunque "etiquetas" genéricas como: sandinista, no-sandinista, y antisandinista -los últimos dos incluyen a quienes “declamatoriamente” se consideran conservadores o liberales - puedan parecer términos vagos, la realidad los clasifica de esta forma para comprender en términos prácticos la totalidad de la comunidad política.

Estas formas de clasificación de los jugadores y los equipos "... permiten a los diversos actores políticos orientarse dentro de la amplitud y complejidad del universo político, cumpliendo funciones cognitivas y afectivas en la comprensión y valoración de los actores y las políticas" (Sani y Sartori, 1992: 418-424, en Capo Giol, 2005). Es decir, vienen a facilitar la identificación política del "nosotros y los otros”. Esta forma de identificación tiende a clasificar la realidad política nacional como una contienda entre “buenos” y “malos”, mientras subestima la relevancia de los proyectos e ideas en la construcción de identidades políticas estructuradas y sólidas.

La construcción de esas identidades políticas requiere el desafío, escrutinio y revisión asertiva de los y las jóvenes nicaragüenses de esas categorías tan profundamente arraigadas en la cultura política nacional cuyas características ideológicas se tornan progresivamente difusas, como son: sandinismo, anti-sandinismo, liberalismo, conservadurismo, izquierda, derecha; que sirven para esquematizar afectivamente las identidades ideológico-partidarias.



Cómo se define la Ideología en Nicaragua

En su sentido más amplio la cultura política nicaragüense descansa sobre una serie de posiciones derivadas de resentimientos y/o simpatías fruto de las experiencias de vida, como es el caso de las generaciones que experimentaron el recrudecimiento del período insurreccional y la guerra proxy de la década de 1980, y que nominalmente llamo “generaciones de la guerra fría” o “generaciones de las ideologías”. Así, estas consideraciones son las que constituyen lo que puede ser identificado como ideología política, en lugar de una jerarquización de valores (políticos, morales, éticos, culturales, religiosos, etc.). Es decir, el modo en el que principalmente las personas de 40 años o más definen su simpatía ideológico-partidaria no se basa en la ideología propiamente dicha, sino en orientaciones afectivas derivadas de experiencias de vida.

Este modo de producir identidades políticas desemboca en lo que nomino "socialización política intergeneracional", en la que las personas que experimentaron las etapas históricas antes mencionadas reproducen estos modos de pensar y percibir la política sobre las nuevas generaciones, y en las que se tiende a acentuar esa clasificación de la política en general como un lucha entre el bien y el mal. Esta dinámica es una condición natural de la socialización y de la tendencia estabilizadora de los sistemas y estructuras políticas. Es decir, desde el punto de vista de la socialización política los individuos y grupos sociales, como la familia, tienden a reproducir y difundir sus creencias y valores sobre los nuevos individuos. 

Esto no significa que los y las jóvenes sean receptáculos vacios esperando a adquirir información para reproducirla tal cual, sino que en etapas tempranas de la vida estas creencias y valores son importantes para construir, en etapas posteriores, visiones mezcladas de la realidad en las que los valores que tempranamente recibieron se disuelven con las experiencias de vida del propio receptor de la socialización para construir nuevos valores y creencias.

En cuanto a la tendencia estabilizadora del sistema político, los miembros de la comunidad política, individualmente y colectivamente, tienen preferencia hacia la preservación del statu quo de las relaciones sociales y del orden existente.

De este modo, un pregunta verdaderamente compleja, -por sus implicaciones valorativas, por la responsabilidad de construir una respuesta apoyada en la ética y en una noción más o menos clara de ideales políticos de largo plazo, y que algunos con devastadora simpleza contestan- es: ¿Cuál es tu ideología?

En buena medida la respuesta a dicha pregunta se ciñe, en este artículo, a una suerte de solución al fenómeno que en publicaciones anteriores titulé la "conexión invisible" que comparten los y las jóvenes en Nicaragua, y que en su condición natural consiste en tres características: Pragmatismo (visto como una preferencia del pensamiento en función de sus resultados prácticos); evasión de ideologías intrincadas, absolutas e infalibles; y la tendencia a maximizar el beneficio propio.

En consecuencia, este texto también intenta llevar la realidad de esa "conexión invisible", que forma parte del ideario político de los y las jóvenes nicaragüenses, al plano de lo social y políticamente “deseable”, proponiendo para ello, una jerarquización de valores políticos que incentiven la construcción de ideologías estructuradas fundadas en las percepciones de la realidad colectiva desde la juventud.

Hacia nuevas formas de hacer Ideología desde la juventud nicaragüense

El núcleo de la estructura valorativa general aquí propuesta parte de la ética humanista y cristiana, que no necesariamente debe ser entendida como exclusivamente confesional para responder a la necesidad de insertar valores humanísticos en toda la estructura social, pero que sin lugar a dudas se encuentra arraigada en lo profundo de la cultura política nicaragüense ya que dentro de la misma, las ideas sobre la política y la religión frecuentemente se diluyen la una en la otra en la realidad nacional.

De esta primera definición se derivan, en el nivel intermedio, dos aspectos que ciertamente deben convivir juntamente en una estructura de valores políticos contemporánea, el primero comprende, el reconocimiento de la realidad de la naturaleza humana, y el segundo incluye, el imperativo ético de convertir el desarrollo y la plenitud humana, individual y colectiva, en el fin último de la labor política.

De este modo, de los dos aspectos ya mencionados se conjugan los siguientes valores:

  • Libertades y derechos individuales: Este se deriva de lo que aquí se define como la realidad de la naturaleza humana, que consiste en la tendencia a preservar y promover el beneficio individual y a actuar como “maximizador del interés propio”. De esta forma, es imperativo la protección del individuo frente al Estado y la colectividad; la consideración y el respeto a las diversas percepciones de la realidad individual; y la libertad de ser y hacer lo que su particular forma de ver el mundo dicte a cada sujeto. Es decir, la tendencia individualista primaria es una realidad inexorable de la naturaleza humana, y dicha tendencia no debe ser enjuiciada como un impulso moralmente cuestionable. Y este es uno de los principales retos de la juventud nicaragüense frente a la moral hegemónica de las “generaciones de las ideologías”.
  • Justicia social: Comprende el auto reconocimiento como sujeto social que comparte la responsabilidad con todos los miembros de la colectividad nicaragüense de transformar la realidad social y política en desarrollo social, en su sentido más amplio. A su vez, esto debe apreciar la democracia participativa, no como una forma “ideal” de gobierno que absorbe las demandas sociales mientras incluye a la población en los procesos de toma de decisiones, sino como condición operativa absolutamente necesaria para procurar el desarrollo humano, la generación de consenso y la resolución del conflicto social en Nicaragua.
De igual forma, incluye la participación determinante de Estado en la reducción las limitaciones materiales de los sectores más empobrecidos de la nación. Por otra parte, estima el proceso de integración latinoamericana como un objetivo estratégico para proteger y promover los intereses regionales y civilizaciones frente a un mundo progresivamente multipolar e inestable. Y por último pero no menos importante, la protección del medio ambiente y los recursos naturales como una forma no solo de garantizar el sostenimiento de las generaciones por venir, sino como un potenciador del poder nacional.
De esta forma, el conglomerado de “justicia social” tiene el papel de transformar la tendencia existente en la cultura política juvenil contemporánea de maximizar el interés individual. Es decir, este es el punto que mayor inducción de valores políticos requiere desde las propias instituciones políticas para la modulación de la transición del orden político en Nicaragua de un grupo de generaciones a otro.
  • Pragmatismo Reformista: Por otra parte, el pragmatismo reformista se deriva de la evasión de interpretaciones intrincadas e “infalibles” de la realidad Nicaragüense -y la falacia que representa la creencia de que se tienen todas las respuestas sin necesidad de cooperación entre los diversos actores (sociales, políticos, económicos, académicos, etc.)-, mientras que aprecia la observación de la realidad material, circunstancial y total en función de mejorar la sociedad y los múltiples desafíos que afronta. Además, establece el rechazo a la clasificación del mundo y sus interacciones políticas como una contienda entre "buenos y malos", en lugar de una entre actores que persiguen la consecución de sus intereses. De igual forma, aglutina tanto las libertades y derechos individuales como la justicia social. En síntesis, el Pragmatismo Reformista es el esfuerzo por comprender la realidad individual y social, y el reconocimiento del potencial para transformarla, con una base de “contingencias ideológicas” en las que las creencias y valores políticos partan de la realidad cotidiana y sean suficientemente flexibles como para ser transformadas en la medida en que la propia realidad cambie


En conclusión, esas nuevas formas de hacer ideología desde la juventud nicaragüense, en la tesis aquí presentada, propone una ruptura con las creencias y valores políticos afectivos que componen en buena medida el orden político actual en Nicaragua y que las “generaciones de las ideologías” intentan reproducir sobre las nuevas generaciones, por el reconocimiento de los intereses y aspiraciones comunes a la juventud, en busca de la identificación e inducción de valores políticos que develen el consenso latente que yace en la cultura política juvenil contemporánea, y que a su vez ofrece la superación de la persistente polarización política de la sociedad nicaragüense.

Por Luis Campos Pérez

3 comentarios:

  1. El ultimo párrafo del texto me dejo con la duda de si el autor presenta al texto como una propuesta de las que deberían ser las nuevas relaciones políticas entre las nuevas generaciones, o como una lectura de un cambio que ya esta produciéndose. Si fuera el segundo caso, yo, que soy joven, no creo que tal cosa este ocurriendo, y tampoco veo asomos de que una tendencia de esa naturaleza vaya a iniciarse. Por el contrario, lo que claramente observo -y hago énfasis en que se trata de una percepción personal- es una triste reproducción de esas viciosas formas de entender las relaciones socio-políticas que acertadamente describe el lector. Ese pensamiento en que el "opositor" al Gobierno es un traidor a la patria, un enemigo. Del mismo modo en que las ideas religiosas son transmitidas de adultos a jóvenes (el niño que nace en una familia católica, generalmente tiende a ser católico también, salvo excepciones), así también se transmiten integras los paradigmas "ideológicos" sin mediar ningún proceso reflexivo y critico. Para comprobarlo, siempre que he tenido oportunidad de hablar con un joven "sandinista", le pregunto sobre la afinidad partidaria de sus padres (o de quienes lo hayan criado)y la respuesta casi segura es que también son sandinistas. En contraste, nunca me he encontrado con un joven sandinista cuya familia sea de identificacion liberal, o viceversa(con ello no pretendo descartar que puedan existir casos). Ese circulo vicioso no se va a romper si no es por medio de la educación cívica integral; no sucederá por una natural evolución de las relaciones sociales, ni por influencia extranjera, ni mucho menos.

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    1. Estimado, Ares:
      El artículo es una especie de prescripción ideológica al fenómeno que llamo la conexión invisible, el cual está gestándose en la cultura política juvenil y cuya resolución será la transformación del orden político en Nicaragua. Dicho proceso ha iniciado y es observable en las dificultades que los jóvenes tienen para identificarse con la oferta ideológica existente en Nicaragua, así como en el divorcio entre los intereses juveniles y el modo en el que la generación de las ideologías ha sido capaz de producir identidades a partir de lo que fueron postulados ideológicos.
      Sin embargo, es necesario reconocer que la producción de tal resultado se encuentra condicionado por la mayor o menor eficacia que la socialización política intergeneracional tiene sobre nosotros (la juventud nicaragüense contemporánea). También, tengo que mencionarte que la configuración de valores que apunto en el artículo parte de la unión entre intereses personales y responsabilidad como miembro del conjunto social, es decir observo una ruptura con la forma en que se piensa la política por parte de la generación de las ideologías como descriptor de identidades, en lugar de la convergencia institucionalizada de intereses y valores entre individuos.
      Y estoy de acuerdo contigo en tu señalamiento de que la clave para romper el círculo vicioso es la Educación, sin embargo considero que para lograrlo necesitamos consenso social y político, y para lograr eso necesitamos primero Asertividad en cuanto a nuestros intereses y nuestras variadas formas de percibir la realidad, para superar la polarización del pasado eternamente presente en la vida política nacional.
      Por último, este artículo refleja las etapas iniciales de lo que en algunos meses será una obra titulada El Consenso Latente, en la cual se explica ampliamente el estado de la cultura política juvenil contemporánea, su relación con el orden político detentado por la generación de las ideologías, y lo que será la transición política intergeneracional que producirá profundas transformaciones en las instituciones, el orden social y político, y la propia cultura política.
      Un saludos y gracias por tu tiempo.

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