viernes, 11 de marzo de 2011

LA ESCUELA DE LOS CHAMUQUITOS


EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Autonomía vs. sumisión

Sofía Montenegro | Opinión

Un siglo en movimiento

Este 8 de marzo se cumplió un siglo desde que las mujeres en 1911 se lanzaron a las calles a celebrar el Día Internacional de la Mujer a iniciativas de Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo, reivindicando el derecho al voto, a ocupar cargos públicos, a trabajar, a poner fin a la discriminación laboral y la explotación sexual. En Nicaragua celebramos, además, 20 años de autonomía del movimiento, que se libró de la tutela y el control partidario del FSLN en 1991 para afirmar su perfil feminista y una agenda política propia. El Festival del 52% realizado en ese año registra el momento histórico en que el colectivo de mujeres organizadas estableció su autonomía de la voluntad, como concepto y como práctica: la capacidad de dictarse sus propias normas, rechazando presiones externas y de ejercer un pensamiento independiente para decidir según sus propios criterios. Hoy que estamos regresando a la situación de hace un siglo, a luchar por el elemental derecho al voto, en contra del paternalismo autoritario como sistema político y contra la pretensión de subordinar a toda la sociedad, resulta insólito que la consorte de Daniel Ortega nos asegure que “hay un proceso de recuperación de derechos de las mujeres y de recuperación de nuestra voz”. Antifeminista a ultranza y artífice de la persecución al movimiento de mujeres, Doña Rosario confunde al parecer los derechos de las demás, con las recompensas que recibe como abeja reina por su solidaridad con el zángano de la colmena.

Sexismo ¿benevolente?

De acuerdo con los discursos de “género” hechos por el Comandante-Presidente y su primera dama, las nicaragüenses estaríamos siendo objeto de lo que se denomina sexismo benevolente. A diferencia del sexismo hostil caracterizado por el machismo agresivo, jerárquico y controlador, el benevolente asume una actitud protectora hacia las mujeres, a las que ve como un grupo “complementario” de los varones, en el destacado rol de esposas y madres, destinadas a cubrir necesidades sexuales y afectivas. Se trata de una posición paternalista según la cual las mujeres son ciertamente “fantásticas”, pero no iguales. Como el machismo vulgar, violento y grosero esta socialmente condenado hasta en Nicaragua, el orteguismo pretende ahora ser “políticamente correcto” y se camufla como benévolo. En esta perspectiva esencialista, el sentimentalismo político y el buenismo mujeril están a la orden del día, pues según la primera consorte, las mujeres somos “la fuerza que armoniza, promueve equilibrios, argumenta, dialoga, convence… somos más intuitivas, más reflexivas, ponemos más el corazón, la inteligencia espiritual y somos capaces de aplicar la Generosidad y el Cariño donde el resentimiento, el rencor o el odio han hecho estragos.” Algo así como una suerte de aceite Tres-en-Uno, para engrasar la violencia de los machos y aguantar el proyecto autoritario que ella y su marido representan.

Una Rosa para Ortega

En su afán de legitimarse de cara al electorado femenino, Ortega se presentó el 8 de marzo ante las mujeres con una pretendida victoria en La Haya en una mano y un subsidio a la tarifa eléctrica en la otra, seguramente motivado por el recuerdo de que fue el masivo voto femenino el que lo desalojó del poder en 1990. Pretendiendo capitalizar para sí la historia de las mujeres, Ortega rindió honores a destacadas luchadoras, entre ellas a Rosa Luxemburgo, “una mujer de pensamiento revolucionario socialista”, pero se cuidó de decir que su nombre es inseparable de la democracia. Rosa planteó la necesidad absoluta de que el socialismo se desarrollara sobre la base de instituciones democráticas al rechazar la política de Lenin de disolver el parlamento y restringir el voto. Entendía el socialismo como una ampliación de la democracia, no su limitación puesto que “la vida pública de los países con libertad limitada está tan gobernada por la pobreza, es tan miserable, tan rígida, tan estéril, precisamente porque al excluirse la democracia, se cierran las fuentes vivas de toda riqueza y progreso espiritual”. A casi un siglo de distancia, Rosa Luxemburgo pareciera estar denunciando al régimen de Ortega: “Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución pública…dirigen sólo una docena de cabezas pensantes, y de vez en cuando se invita a una élite de la clase obrera a reuniones donde deben aplaudir los discursos de los dirigentes y aprobar por unanimidad las mociones propuestas. En el fondo, entonces, una camarilla.” Todo un retrato del orteguismo.

Serenatas de sumisión

Si la bandera de las mujeres ha sido la autonomía, la libertad y la democracia, la del orteguismo ha sido la sumisión al poder. Es por eso una propuesta de abdicación de la propia libertad y es heterónoma, porque supone que la conducta de un individuo no está determinada por la razón, sino por la voluntad de otros. Los derechos y la autonomía son incompatibles con el orteguismo, lo que explica la persecución o el hostigamiento a todo aquel o aquella que los reclama, y es la misma que ahora pretenden encubrir con serenatas de “amor y paz” con las que quieren intimidar a las organizaciones defensoras de derechos. Los grupos de “chamuquitos” como les dice la gente con lástima, que hoy cantan los jingles de campaña fusilados a John Lennon son los mismos o parecidos a los que apedreaban, mortereaban y apaleaban a cuanto ciudadano saliera a la calle a protestar. Su conducta muestra que no poseen capacidad crítica, no cuestionan las ideas que tratan de imponer a los demás, acatando las órdenes que emanan de la Secretaría de Comunicación. Al reclamo del derecho a la observación electoral, le llaman injerencia, a la ilegal e inconstitucional candidatura de Ortega, la llaman “voluntad popular”, oponen a la Constitución, el poder arbitrario de la “revolución” encarnada por el Comandante-Presidente. En suma, lo que muestran las serenatas de la sumisión, es que el orteguismo es un proyecto para imbéciles morales.

1 comentario:

  1. la simplificación de las ideologías es la base de la manipulación y el control

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