viernes, 20 de mayo de 2011

CRONICAS DEL SIGLO XXI: EL AÑO DEL JUICIO FINAL

Equipo Política Mente Incorrecto

Cuando llegó el primer año de la segunda década del siglo XXI, en vísperas de las elecciones presidenciales en la república centroamericana de Nicaragua, ya se hallaba en pleno vigor una estrategia coordinada desde la pareja presidencial Daniel Ortega-Rosario Murillo, empotrados en el Estado-partido del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) para lograr la reelección que garantizara la sostenibilidad de la millonaria inversión hecha por el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, a través del consorcio empresarial ALBANISA. En aquel entonces, la intención del presidente venezolano era sostener al gobierno de Ortega, financiando programas asistencialistas para expandir la clientela del partido entre los habitantes del país, a la vez que se lograban mantener las políticas neoliberales que acreditaban al país como democrático ante los ojos del Fondo Monetario Internacional.

Cómplice necesario de este proceso fue el aliado estratégico de los Ortega-Murillo desde la década de los noventas: Arnoldo Alemán. Éste con su Partido Liberal Constitucionalista, había allanado el camino a la reelección al negociar la modificación de la ley que estipulaba el porcentaje de votos necesario para obtener una victoria electoral, bajándolo al nivel que se acercaba al porcentaje histórico obtenido por el FSLN.

El pacto, como le llamaron los analistas de aquel entonces a los acuerdos políticos ilegítimos entre Alemán y Ortega, en realidad había existido desde el gobierno transicional de Violeta Barrios de Chamorro. Desde entonces había existido como las “reglas del juego” que garantizaban una supuesta estabilidad política y económica para aquel país. Aunque, si hemos de ser fieles a la verdad histórica, el sistema de componendas, pactos y acuerdos no consensuados con la población, habían sido desde siempre uno de los patrones más característicos de la cultura política criolla del pacífico de Nicaragua.

Aún persisten en nuestros días los análisis monográficos y disertaciones doctorales que buscan entender los procesos psicosociales y sociopolíticos que permitieron a Arnoldo Alemán contar con simpatizantes, muchos de ellos con una verdadera afinidad e identificación emocional y no solo atraídos por intereses económicos o de cargos públicos. Además del autoengaño y la ceguera ideológica persistente, algunos análisis mencionan el carácter emotivo de las elecciones presidenciales nicaragüenses, donde prima en una buena parte de la población, el voto desde el rencor de la memoria, en este caso las afectaciones por expropiaciones del gobierno sandinista en los ochenta, persecuciones políticas, el reclutamiento forzado durante el enfrentamiento a la resistencia llamada también contrarrevolución y las condiciones de vida que había traído el bloqueo económico. Arnoldo Alemán capitalizó el voto del rencor y se convirtió en el icono de la venganza política, sin mencionar su similitud con el dictador liberal Anastasio Somoza García, tanto en el físico como en los malos hábitos (geofagia, nepotismo, corrupción) con, al que muchos de estos mismos nicaragüenses añoraban de manera consciente o inconsciente. Solo así se puede entender que uno de los ex presidentes más corruptos de Centroamérica, con contundentes evidencias en su contra, haya podido postularse de nuevo al cargo en aquel año, sin contar claro, el interés de la pareja presidencial Ortega-Murillo, de contar como contrincante con un candidato perdedor.

Arnoldo Alemán en el discurso público apostaba a ganar la presidencia de la república y jugaba el papel del gran opositor a Daniel Ortega, autoproclamándose defensor de la democracia y la libertad. Este discurso fue acompañado de tímidas acciones de los funcionarios y diputados liberales al servicio de Alemán, como la introducción de una ley para evitar la inscripción de Ortega a la candidatura presidencial, apenas días antes de la misma, o la solicitud de investigar la Dirección General de Ingresos desde la Contraloría General de la República, dos meses después de haberse echo denuncias públicas en un diario local y habiendo iniciado ya un investigación desde la policía nacional. Arnoldo Alemán jugó su papel de simular reclamos y acciones de peso, cuando en realidad estaba desarrollando movimientos de calculada inocuidad. La apuesta verdadera en aquel entonces, era volver a la asamblea nacional y ser nuevamente el presidente de aquel poder, para desde ahí retomar el pacto con renovada fuerza y seguridad gracias a la inmunidad conferida al cargo, así como empujar, desde su propio mundo fantasioso, la idea de modificar el sistema de gobierno para pasar a uno parlamentario.

La gran empresa privada de Nicaragua en aquel año se mostraba recelosa en lo público, pero complaciente en lo privado. Este doble discurso se debía a los arreglos corruptos como los que desarrolló la Dirección General de Ingresos bajo la dirección de Walter Porras y la anuencia del Ministerio del Trabajo a dar preferencia a la patronal sobre el trabajador, siendo el Estado el principal destructor de sindicatos y violador de derechos laborales.

La sociedad civil -para aquel entonces más una aglomeración de organizaciones no gubernamentales y algún partido o movimiento político de oposición, que ciudadanos y ciudadanas movilizados- mostraba su inconformidad con la violación sistemática de las leyes y constitución de la república, disputándose las calles y rotondas con los grupos afines al gobierno. Sobre este aspecto es importante recordar que para el 2011 el proceso de partidización de la policía nacional estaba casi completo; el cambio de comisionados profesionales por el de comisionados partidizados y la imposición de un ex funcionario del extinto ministerio del interior, como jefe político no oficial para la misma, habían sentado las bases para una estrategia de represión de la oposición.

Grupos de funcionarios públicos, sindicalistas, Juventud Sandinista, Unión Nacional de Universidades de Nicaragua u otro grupo afín, se tomaban calles y rotondas, principalmente en la capital, para ejercer proselitismo político para saturar los espacios públicos, evitando cualquier otro tipo de manifestación.

En el dado caso de que se diera alguna manifestación no prevista, vigilante apostados en las rotondas, miembros de la Juventud Sandinista e incluso policías, llamaban a los contactos políticos, para que decidieran que hacer, la respuesta típica era mandar un grupo que funcionara como agente disuasor o bien diera la excusa a la policía para violar el derecho constitucional a la manifestación, so pretexto de estar “protegiendo” la integridad física de los manifestantes no afines al gobierno.

Este proceso era simplificado cuando los grupos de protestantes avisaban con tiempo, en los medios de comunicación, los lugares y tiempos de manifestación pública. En estos casos el gobierno planificaba las acciones “espontáneas” de contra marchas y contra manifestaciones masivas en las mismas rutas y espacios anunciados por los grupos no afines. Al acercarse las elecciones, la estrategia se fue radicalizando con la utilización de grupos de choque para enfrentar violentamente a los que les querían disputar las calles. La estrategia llegó a ser tan cínica, que los grupos de choque portaban camisetas con mensajes de amor y paz e incluso “amo a Daniel”

Cuando los grupos de choque entraban en acción, la policía se mostraba apática y no intervenía durante los ataques, un incumplimiento directo a sus funciones según la ley de policía nacional, pero al menos un comportamiento menos condenable que la agresión y violencia directa de la policía. La policía en aquellos casos se limitaba a tomar fotos de los actos y sonreír complacidos con el castigo inflingido a aquellos que amenazaban la entrega del “bono solidario” y las “nuevas victorias” obtenidas por los jóvenes herederos de la revolución

La población observaba estos juegos políticos y progresiva violación de leyes y derechos, pero estaba más preocupada por la crisis de sus propios hogares e interesada en soluciones de corto plazo. Con la memoria fresca de la década y media de gobiernos neoliberales, que habían agudizado las brechas económicas y la explotación del obrero, veían con buenos ojos los programas asistencialistas y el mensaje claro de que sin Daniel no habría ALBA y por ende, ninguna posibilidad de una casa para el pueblo o una gallinita para la finca.

Solo ciertos grupos juveniles organizados, y muchos otros y otras auto convocados de manera espontánea, enlazados en redes sociales y círculos de amigos y amigas desde la universidad y otros espacios, fueron tomando protagonismo social, manifestándose contrarios, no solo al partido de gobierno y la pareja presidencial, sino al sistema mismo, la manera de hacer política caudillista en Nicaragua y de gobernar pactos en exclusión y clientelismo.

Cerrando este panorama estaban los otros partidos de oposición, envueltos en pugnas internas y sin programas de gobierno faltando cinco meses para las elecciones.

A lo interno del FSLN se vivían también pugnas de poder que desencadenaron purgas, muchas de ellas con el propósito de allanar el camino para la candidatura presidencial en el 2016 de Rosario Murillo.

Aquel año no se tuvo mayor conciencia del avance del cambio climático, más que por el asusto apocalíptico de una lluvia con temblor y granizo en la capital; se agudizó el avance de la frontera agrícola y la toma de tierras y deforestación de Bosawas y la producción no tuvo mayores avances para garantizar el aumento de empleo digno y sostenible. La inversión en educación y salud cayó como en cualquier gobierno neoliberal y aumentaron las violaciones a niños y niñas y la violencia intrafamiliar y feminicidio.

En el entorno internacional ese año el mundo celebró la ejecución de un terrorista árabe bajo las ordenes de un presidente norteamericano nobel de la paz, una serie de protestas y revueltas sociales sacudió el medio oriente, Un tsunami barrió las costas del Japón y provocó un desastre nuclear del nivel de Chernobyl, el director del fondo monetario internacional fue acusado de varios crímenes sexuales en Estados Unidos, y Harold Camping, un pastor californiano, fijó el 21 de mayo como inicio del juicio final…

Aún lo seguimos esperando…

Equipo Política Mente Incorrecto

Mayo 2050 Managua, Nicaragua

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