sábado, 16 de abril de 2011

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE DOS


15 de abril del 2011

EL SANDINISMO ES UNA RELIGIÓN

“Ayer, hoy, siempre”

Jean-Jacques Dubois, Ph. D. | Opinión

END

Según las grandes autoridades de las ciencias de las religiones, lo que determina si un fenómeno es religioso o no, es la presencia en éste de una potencia identificada como sagrada. Esto se manifiesta en la vida ordinaria, profana, en forma de hierofanía. La palabra hierofanía viene del griego hieros que significa sagrado y fanein manifestar. La potencia sagrada se expresa durante los cultos religiosos, las fiestas tradicionales, los rituales chamánicos, las conversiones, los milagros, etc. La vida profana se vuelve, por el tiempo del evento, sagrada, invistiéndose de la potencia siempre identificada al antepasado prestigioso, creador o redentor, como Buda, Shiva, Cristo, Quetzalcoatl, Alá, Jehová. El antepasado, con su vida, sus obras, sus palabras, su gesta, su muerte, constituye el arquetipo o paradigma (modelo) que resucita el tiempo del evento religioso, conjuntando lo sagrado y lo profano. En este momento, lo profano se vuelve hierofanía, es decir cristofanía cuando el fiel comulga, o shivofanía durante la subida de la kundalini del yogui. Durante el tiempo de la hierofanía, todo es armonizado, unido, todo tiene sentido y valor, dado que la realidad dolorosa se metamorfosea en la manifestación del más allá (trascendencia). Ese bajo mundo (inmanencia) está investido de la feliz potencia paradigmática del antepasado, todo siendo la resurrección de este último. La hierofanía invierte los polos del universo: los pobres son ricos, los oprimidos son los dueños, los últimos son los primeros, etc. Es la trascendencia dentro la inmanencia, o conjunción de lo sagrado (dioses) y de lo profano (hombres). El pasado prestigioso determina así el presente redimido (mesianismo) y el futuro idílico (milenarismo), reiteraciones del paraíso de los orígenes.

Lo que en las religiones tradicionales duraba solamente el tiempo de la fiesta religiosa, o del ritual, o del trance místico, puede transferirse por un largo tiempo en lo que aparece irreligioso o profano, como lo es un fenómeno político o económico, por ejemplo. Lo sagrado puede esconderse en lo profano y determinarlo radicalmente.

De esta definición de la religión, demasiada corta y sin matices, se puede desprender criterios que permiten descifrar la religión emboscada en lo que se pretende profano o laico, o seglar:

1) Potencia de la conversión (trance mística).

2) Potencia de la unidad de la totalidad (omnipresencia del todopoderoso antepasado).

3) Potencia de la comunión (cohesión social).

4) Potencia de lo minúsculo (el último, el pobre).

5) Potencia de la muerte (sacrificio, resurrección).

6) Potencia de la historia paradigmática (mesianismo, milenarismo).

7) Potencia de la legitimidad (el bien contra el mal).

Cuando se encuentran algunos de estos siete indicadores (criterios) en cualquier fenómeno individual o colectivo, podemos concluir en la verosimilitud de una hierofanía. Desde entonces, los actores del fenómeno hierofánico, individual y/o colectivamente, experimentan un episodio mágico de conjunción de lo sagrado (más allá) y de lo profano (aquí abajo). Y eso se juega en las representaciones, tanto cognitivas (intelectuales) como conativas (emocionales) que se expresan en el discurso de los actores. Aun cuando estas representaciones discursivas no se presentan religiosas, lo son a menudo a espaldas de sus propios autores quienes a veces desprecian la religión.

El discurso sandinista (manifiestos, artículos editoriales, libros) es tanto más religioso cuanto que se encuentran en él todos los siete indicadores religiosos. El sandinismo es una religión “pura y dura”. A pesar del tiempo desde el triunfo y la historia transcurrida, la argumentación me parece seguir vigente.

Quienes conocen el discurso revolucionario o se recuerdan un poco de él, pueden de entrada principiar un análisis religiológico del sandinismo:

1) La potencia de la conversión es la del pueblo que se vuelve poderoso porque es revolucionario, es decir sandinista. El pueblo impotente somocista se convierte en un pueblo potente sandinista.

2) La potencia de la unidad de la totalidad se asegura por Sandino, el paradigma de toda cosa, todo acontecimiento. Todos los atributos otorgados antes a Dios o Cristo son, desde ahora, los de Sandino. Todo es sandinizado. La totalidad es unida porque es la hierofanía de Sandino resucitado.

3) La potencia de la comunión, que es sinónimo de “participación”, se revela en la insurrección popular el año antes el triunfo. Entonces, las grandes agrupaciones durante y después el triunfo, la cruzada de alfabetización, las grandes faenas colectivas benévolas son los lugares y momentos “comunionales”. Finalmente, las relaciones fraternales, los valores de justicia, de amor, de altruismo, de clemencia, etc., constituyan la trama cotidiana de la participación de todos a todo y en todo, de cada uno a cada uno y en cada uno. Todo eso se hace en Sandino como se hace en Cristo.

4) La potencia de lo minúsculo viene de su impotencia. Más un sandinista era pequeño e impotente, más él se vuelve gran (DIOS)o y potente. El efecto de consagración, o divinización, depende de la distancia entre antes y después. Y eso se verifica por Sandino, el pobre indio, por Fonseca, “el cieguito que veía a los lejos” (Rius), por Julio Buitrago, el niño que se hace héroe nacional, y todos los sandinistas que son “David contra Goliat” (título de un editorial de la Barricada Internacional).

5) La potencia de la muerte es un tema ya presente en la boca de Sandino. La voluntad de potencia por su muerte auto-sacrificial es un tema redundante después el fin de la guerra. Muchas veces amenazó de suicidarse. Sus viajes a Managua fueron rituales auto-sacrificiales. “Enterrar a Sandino fue como enterrar una semilla” (S. Ramírez). Fonseca resucitará a Sandino para divinizarle. Tomás Borge repetirá eso con Fonseca. Y todos los sandinistas que dan su vida para la salvación del pueblo son sandinofanías, dado que “el sacrificio [es]: una ofrenda para un mundo nuevo” (C. Fonseca). El arquetipo de esta divinización (santificación) es David Tejada que “yace en las entrañas del Volcán Santiago”. La potencia del mártir David Tejada es confundida con la potencia del volcán, metáfora mesoamerindia de la toda potencia divina.

6) La potencia de la historia es fundamentalmente la respuesta sandinista al fatalismo somocista, a la impotencia; la historia era cerrada, el presente era la reproducción del pasado, y el futuro la perpetuación del presente. Sólo la Providencia podía mejorar o empeorar la vida terrestre. Y la potencia depende de la responsabilidad para que el individuo y el pueblo se vuelvan dueños de la historia individual y colectiva. La apertura del pasado y del futuro se contradice en el discurso sandinista por su mesianismo que encierra el pasado en Sandino “ayer” y “hoy”, y su milenarismo que encierra el futuro en Sandino “siempre”, y su paraíso de los orígenes con “sus” misquitos. El presente y el futuro tienen valor si repiten el paradigma original. Dado que eso es imposible, a menudo el discurso trata de manera ilusoria de paradigmatizar a ultranza. Así se hace en todas las religiones, siempre esquizoides, dado que no aceptan cualquiera cosa fuera de su paradigma mítico.

7) La potencia de la legitimidad es la llave de la totalidad del discurso sandinista. El sandinismo tiene valor y potencia puesto que es el bien que derrota el mal, y vence el somocismo. Para legitimarse, el sandinismo tiene que deslegitimar la Iglesia católica que legitimaba el somocismo y los aliados de este último. La legitimación del sandinismo era su divinización, proporcional a la demonización del somocismo. Después y durante la deslegitimación del somocismo, los sandinistas se legitiman consagrándose cristianos por la comparación con los cristianos de las catacumbas. El sandinismo, en confluencia con el cristianismo, historiciza el advenimiento de la redención que establecerá el reino de Dios que es la sociedad justa de Sandino, el reino de Sandino. Sin embargo, la legitimación la más importante es la que otorga el Pueblo divinizado, es decir sandinizado.

Acabo aquí una ojeada demasiada rápida sobre estas siete hipótesis. Es menester desarrollar una demostración más convincente para conferir verosimilitud a la hipótesis del sandinismo como religión. En los próximos artículos desarrollaré dos o tres hipótesis (indicadores religiosos) por cada uno.

Aunque el sandinismo ha provocado una cierta transición de la fatalidad, inherente a todas las religiones, a la responsabilidad, contiene demasiadas exacerbaciones religiosas para que hubiera podido sostener su impulso hacia el dominio de su historia más que algunos años después el triunfo. Ha habido desplazamiento del fatalismo somocista dentro del sandinismo que otorga a Sandino demasiados rasgos del Dios “providencialista” (Andrés Pérez Baltodano) católica.

Dar cuenta de esta última afirmación, es el reto que trataré de cumplir.

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