viernes, 18 de noviembre de 2011

HIJOS E HIJAS DE LA REVOLUCIÓN




Por el Equipo de Política Mente Incorrecto

La historia moderna de Nicaragua está cruzada por una revolución popular que derrocó uno de los regimenes dinásticos más crueles que ha visto América Latina y el papel que jugó el Frente Sandinista de Liberación Nacional fue de extrema importancia en ese hecho histórico.

Probablemente nunca sabremos el número exacto de muertos durante la dictadura de los Somoza y menos aún la cantidad de asesinados de manera directa e indirecta durante el conflicto armado. Existe un registro de los héroes y mártires, pero seguramente los(as) soldados(as) y ciudadanos(as) anónimos(as) serán muchos y muchas más.

La revolución no solo definió un cambio histórico trascendental, también dividió a la población: un número indeterminado de nicaragüenses se exilió hacia Estados Unidos y otros países de la región, por estar vinculados de una u otra manera con la dictadura y muchos otros emigraron a raíz de la persecución política posterior -bastante común cuando se da una revolución- y más adelante como resultado del servicio militar y efectos colaterales de la intervención norteamericana en apoyo a grupos campesinos inconformes que devino en lo que se llamó la contrarrevolución.

La década de los ochenta significó para Nicaragua un camino distinto al resto de Latinoamérica. Mientras Estados Unidos implementaba desde los setenta la estrategia de promover golpes de estado en la región, para controlar el avance del comunismo y establecer gobiernos militares con los cuales hacer negocios siguiendo la biblia neoliberal de los muchachos de Chicago; Nicaragua experimentaba con un sistema inspirado en la Unión Soviética y Cuba, con los éxitos y fracasos que trae la implementación de enlatados.

Nicaragua se convirtió, en la coyuntura de la guerra fría, en el campo de batalla ruso americano, en el que nueve ex guerrilleros y una corte de funcionarios en guayabera trataban de gobernar civilmente desde su experiencia militar. El resultado fue una mezcla de políticas y acciones sociales de gran valor e impacto combinadas con pésimas decisiones, represión política, espionaje y un creciente totalitarismo que, combinado con el bloqueo económico y la agresión pagada por Estados Unidos, terminó por  generar un nivel de descontento general que desembocó en la pérdida de las elecciones en 1990.

¿Qué quedó de la revolución? un ejército institucional, una policía al servicio de la población (hoy en día en proceso continuo de partidización http://pmincorrecto.blogspot.com/2011/04/nuestra-policia-nacional.html) un país alfabetizado, un sector de nicaragüenses venidos de gremios populares, funcionarios del estado y vinculados a los movimientos culturales y sociales sandinistas, con posibilidades de seguir desarrollando sus ideas en organizaciones no gubernamentales (que pasaron a fundar y dirigir) algunas cooperativas campesinas y por supuesto, la intangible percepción de que las clases populares tenían el poder de destronar a las clases hegemónicas.

Pero algo más quedó: los hijos e hijas de la revolución.

Nacidos y nacidas en los ochentas o poco antes, existe una generación de hombres y mujeres cuyos padres y madres, participaron de diferentes maneras en la revolución y/o en el conflicto armado posterior. Algunos fueron parte de la organización política del FSLN, otros se integraron a la lucha armada desde las bases, otros fueron cooperantes, funcionarios, ideólogos, simpatizantes activos, reclutas del servicio militar, alfabetizadores, etc.

No todos ellos y ellas recibieron de sus padres y familiares la estafeta histórica de aquellos años. En el documental del 2008 “Nuestra América” de Kristina Konrad se puede apreciar la falta de comunicación y relevo generacional entre los padres y las madres de la revolución y sus hijos e hijas, una decisión consciente de los mayores motivada aparentemente por un deseo de olvidar aquella participación extraordinaria en la historia, para poder asumir la sobrevivencia del día a día en una Nicaragua neoliberal.

Sin embargo, algunos si pudieron registrar en diferido las historias y la mística revolucionaria a través de la herencia oral de sus padres y familiares. Muchos de ellos y ellas desarrollaron entonces una lealtad política-afectiva revolucionaria hacia la memoria de sus caídos o héroes vivientes, construyendo un tótem familiar con el cual se identificaron y se identifican aún.

La extensión de esta lealtad hacia la estructura del FSLN como legado y receptáculo de la gesta heroica se dio también como un proceso natural. Hasta que llegaron las elecciones presidenciales de 1990 y se desencadenó el proceso estratégico de robo a las arcas del Estado llamado popularmente como “La Piñata”. Este parte aguas en la historia del partido, que en realidad venía anunciándose desde la corrupción progresiva de los ochentas, produjo un primer desencanto en una parte de esta generación; la posterior separación de un sector del Frente para conformar el Movimiento Renovador Sandinista a partir de las muestras profundizadas de totalitarismo y nepotismo a lo interno del partido, generó otros más.

Los hijos e hijas de la revolución también se dividieron. Algunos entraron a la apatía de los noventas, con un renovado consumo de los productos culturales norteamericanos, otros se volvieron críticos acérrimos de los vicios del FSLN y otros mantuvieron su lealtad, bajo la lógica de que criticar al partido era traicionar la memoria de sus ancestros.

Aquellos que equipararon el culto al tótem familiar con el culto al FSLN y sus cuadros de poder, dividieron la otredad en tres categorías: los compañeros, los traidores y la oposición: los que apuestan a la unidad partidaria sin cuestionar a profundidad las decisiones de la cúpula eran los compañeros; los que hacían críticas a la corrupción del partido y no reconocían la representación popular y la necesidad del continuismo de Daniel Ortega eran los traidores y la oposición cualquiera que apoyara a un candidato de la derecha.

Pero nos falta otro grupo. También hubo otros hijos e hijas de la revolución, es decir, personas cuyas vidas fueron tocadas de manera importante, directa e indirectamente por este hecho histórico. Nacidos poco antes de la revolución o durante los ochentas en el extranjero, particularmente en Estados Unidos. Estos hombres y mujeres pertenecen a las familias que se exiliaron antes y después de la revolución, aquellos que mencionábamos al inicio de este escrito. Ellos aprendieron una historia totalmente distinta a la de los hijos que se quedaron en el país. Descendientes de funcionarios del somocismo, guardia nacional, simpatizantes, empresarios, o simplemente civiles que los protegieron del reclutamiento forzado del servicio militar. A ellos y ellas les fue trasmitido el odio a los “piricuacos”, la noción de que el gobierno de Somoza fue próspero y el sandinista caótico y asesino; conocieron de las confiscaciones y la muerte de miles de jóvenes en enfrentamientos con la resistencia y de cómo esta última al deponer las armas fue selectivamente ejecutada por efectivos militares afines al FSLN al inicio del gobierno de Violeta Barrios. Aunado a esto para los que habitaron y habitan la diáspora norteamericana, la propaganda del sistema político-corporativo-militar les ha infundido el odio al comunismo y el amor a la “democracia”.

Las elecciones nacionales del 2011 en Nicaragua nos volvieron a recordar la existencia de todos estos grupos. Cobraron vida de manera muy evidente en las redes sociales, proyectando en sus discursos escritos las emotividades que los gobiernan y las lealtades que portan con beligerancia.

Lamentablemente, en la mayoría de los casos, abunda la intolerancia, el irrespeto y el ataque frontal, reflejo de la herencia trasmitida de generación en generación de las divisiones producidas por la revolución y el conflicto armado, que lejos de haber alcanzado la reconciliación no hace mas que permanecer latente y despertar en ciertas coyunturas.

Los hijos e hijas leales al FSLN perciben su realidad desde el afecto-político, incapaces de desarrollar una mirada crítica al partido de sus padres; consideran todo crítica un ataque a ellos mismos y se consideran en guerra permanente contra los enemigos de Nicaragua: culitos rosados (http://pmincorrecto.blogspot.com/2011/04/nosotros-los-oligarcas-ustedes-el.html) o desclasados que están pagados por el gobierno yanqui para destruir la revolución. Esto es una extrapolación del conflicto de los ochentas, un discurso heredado que permanece vivo e irracional. 


Luego los hijos e hijas en exilio, sea que hallan vuelto o no, son incapaces de reconocer ningún logro de la revolución o bien del nuevo período de Daniel Ortega, todo se filtra a través de la historia en negativo que han recibido. Estos dos grupos se arremeten de manera directa o indirecta, repitiendo un patrón heredado de conflicto, en el que atacan a las personas en vez de debatir las ideas y construir consensos. Obviamente existen honrosas excepciones, pero son pocas.

Por supuesto estas categorías no son puras y existen en ambos lados personas que mantienen sus odios y simpatías heredades sin trascender al ámbito público y manteniendo incluso relaciones de cortesía y hasta de amistad con los demás.

Más allá de ellos y ellas están los nietos y nietas de la revolución, que en su mayoría tienen una idea muy vaga de lo que pasó y se forman criterios a partir de los discursos políticos actuales y en el caso de una mayoría de los simpatizantes más jóvenes del FSLN, construyen su mirada desde iconos, lemas y hasta canciones sin contar con mayor contenido o profundidad ideológica; azuzados a agredir a aquellos que se suponen enemigos por el hecho de disentir o criticar abiertamente las prácticas del partido y la figura del gobernante (http://pmincorrecto.blogspot.com/2011/11/manifestaciones-y-anti-manifestaciones.html.)

A ver si un día nos damos cuenta que hemos heredado un conflicto, que manejamos miradas y discursos que no hemos procesado ni contrastado críticamente; que la única forma de construir un mejor presente es debatir con altura, con propuestas, construir consenso y saber que es más lo que nos une que lo que nos separa.

Equipo de Política Mente Incorrecto

No hay comentarios:

Publicar un comentario