En Nicaragua se puede hablar de democracia desde 1984 hasta la actualidad, y de hecho las elecciones de ese año fueron más para cumplir con una demanda política e internacional que demandaba legitimidad del FSLN como gobierno en una Nicaragua en guerra, con inestabilidad económica e inseguridad social permanente.
Han pasado 27 años desde entonces y no mucho ha mejorado en el país, en cuestión de respeto a los derechos humanos, a la libertad de expresión, a una práctica política enfocada en las necesidades de todos y todas y no en los elitismos y los clientelismos.
En este año que esta pronto a finalizar Nicaragua, hombres y mujeres hemos presenciado un evento más de la expresión de la clase política ejerciendo lo que mejor hacen: Su derecho a manosear las voluntades de las personas. Desde su adicción a corromper todo proceso y acción social, esta clase política, que no es un producto aislado de toda la historia colonial, post independentista y reciente e hija mancillada de una dictadura y de muchas cuasi dictaduras; está configurada para ser autoritarista, corrupta y perjudicial. Perjudicial con el presente y el futuro de una sociedad que desde su diversidad aún no logra encontrar las respuestas en torno a las realidades que experimenta, a las identidades que la conforman y a sus vacíos que la condenan.
Vacíos de memoria, de historia, de identidad; que no los resuelve un partido, un hombre, una mujer, un discurso o un voto, sino que es un proceso que demanda que todos y todas reconozcamos esas realidades, esos vacíos y aportemos a enmendar los siglos que llevamos encima de opresión, marginación e irrespeto a la vida desde nuestros cuerpos, imaginarios y práctica social y política.
No es fácil asumir las luchas, desde lo personal y lo coherente con los discursos de libertad y de derecho. Si es fácil tomar esas luchas que son prefabricadas, que contienen palabras vacías, que violentan la memoria de aquellos y aquellas que si vivieran preferirían no haber aportado a que la clase política actual estuviera gobernando.
Esas luchas que se atribuyen los principios de solidaridad, y cristianismo, dejemos el socialismo para otra ocasión; son las que han hecho burla de las voluntades de los y las que piensan diferente, de los y las que desean mas que discursos y propaganda política excesiva y enfermiza, y han abonado esas voluntades para dar continuidad a un proyecto político con ansias de permanencia en el poder, de homogenizar la conciencia política, las identidades políticas y las luchas políticas.
Es un proyecto que no tolera la diferencia, la critica, de hecho las condena y las tiene en la mira de su agresión, de su ataque y de su mentira. Este proyecto de solidaridad actúa de manera totalmente contraria a su discurso, como se suele ver en la práctica política de las sociedades.
Es un proyecto que condena al otro, a la otra que no se reconoce como sandinista, término y categoría que a su vez ha sido manoseado por los y las que en la actualidad lo usan mas como una estrategia política que como una realidad, como una historia, como una práctica que responda a los y las que murieron por ese creer.
No fue el sandinismo como tal el que derrocó a Somoza, fue la gente, el pueblo, lamentablemente, desde el marketing político, el FSLN se ha proclamado como dueño y señor de esa lucha y de esa victoria, pero no les pertenece a ellos sino a los y las que en ese momento y en ese contexto lucharon y que no son en la actualidad necesariamente seguidores fieles de Daniel Ortega y de su proyecto solidario.
En estas elecciones se hizo presente la manipulación de la verdad: la verdad que dicen los canales de gobierno, la verdad de Roberto Rivas, la verdad de Rosario Murillo siempre adornada de flores, de paz y de amor cristiano, mientras los sandinistas hermanados en la sangre de cristo amenazas, disparan y violentan los cuerpos y las identidades de otros y otras que no son como ellos, que no piensan como ellos, que no eligen a quien ellos eligen.
En este ambiente de intolerancia, de inseguridad política y de manipulación de la verdad, las calles tienen dueño, y al menor cuestionamiento público de esta realidad la vida está en riesgo, la familia bajo amenaza, la vivienda en peligro. Pero algo que ningún opresor, tirano o dictador junto a su ejército de violencia logra amedrentar es el pensamiento y la verdad que cada uno y una que está en la calle de enfrente posee y mantiene.
Los anhelos de libertad, la decisión personal de luchar por un país mas igualitario, son propiedad exclusiva de quien los porta, ninguna dictadura logrará ni ha logrado poseer ese bien tan valioso, la libertad individual, lo que pienso, lo que creo y lo que aspiro es propiedad de cada quien, hombre y mujer, adolescente, joven y adulto, ninguna agresión hace desaparecer ese anhelo.
El miedo se convierte a su vez en el principal aparato político de control y dominación de las clases opresoras, pero no es total, y es dinámico. El miedo es solamente una pausa, hombres y mujeres que han vivido en dictaduras han logrado luego de mucha lucha superar ese amarre, esa cárcel mental y psicológica, a través de compartir experiencias, de hablarlo, puesto que el silencio es el mejor seguro para mantener el miedo, los y las nicaragüenses de todos lados del país debemos estar concientes que el silenciar nuestros miedos solo abona a que los agresores se hagan mas fuertes.
Rompamos pues los silencios, enfrentemos los miedos. Construyamos nuestra ciudadanía y ayudemos a las y los demás a construir la suya. Antes de amanecer es cuando más oscuro se ve todo, aprovechemos la oportunidad que se nos da de crecer bajo adversidad y presión que sirve de estímulo y motivante para la organización social, para el activismo personal y colectivo.
Cuentan con nosotros.
Equipo de Política Mente Incorrecto Managua Nicaragua 7 Noviembre 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario