viernes, 8 de abril de 2011

NOSOTROS LOS OLIGARCAS USTEDES EL PUEBLO… NOSOTROS EL PUEBLO USTEDES LOS OLIGARCAS


El Equipo de Política Mente Incorrecto

“Los jóvenes Sandinistas asumieron el reto con entusiasmo, se prepararon, se aplastaron, se entrenaron para mostrar el músculo político-ideológico de un relevo cada día mas beligerante, cada día mas combativo y dispuesto al sacrificio por su proyecto social de futuro, en mi barrio los jóvenes no durmieron, cantaron, se afinaron para las torres humanas, intercambiaron camisetas alusivas a la Paz, al Amor, a la tolerancia, entrenaron a quien los representaría en el festival con un reggaeton con una canción sugestiva "Derecha… chúpate el bolis", les pedí la letra, se negaron es inédita y secreta –me dijeron- es un homenaje a las marchas culitos rosados –agregaron– se rieron a coro”

Freddy Antonio Narváez

Crónica de otra victoria 3 abril de 2011

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Alex Hardlicka, un antropólogo norteamericano, propuso la teoría de unos cazadores y recolectores venidos de Asia cruzaron hacia América a través del puente terrestre de Beringia. En diferentes oleadas migratorias habrían ido poblando el continente de norte a sur. La primera oleada habría ocurrido hará unos 40,000 años y la última hace unos 12, 000.

Como evidencia para su teoría Hardlicka hizo referencia a las similitudes entre asiáticos y aborígenes americanos. Entres los rasgos comunes identificó los cabellos gruesos y negros, los pómulos grandes y salientes, ojos negros y castaños y que los recién nacidos americanos muestran una mancha oscura a la altura del sacro, que tiene el nombre de mancha mogólica.

La mancha mongólica es una lesión en la piel de color azulado, verdoso o gris. Aparece en el 90% de las personas de raza oriental, indios o de raza negra. En los caucásicos solo aparece en un 1% a 5% de las veces.

Es una acumulación de melanocitos que están ubicados dentro de la dermis. Muchas culturas orientales creían que surgía cuando el alma no quería reencarnarse en ese bebé, y espíritus superiores daban una patada para empujarlo a la Tierra, imprimiéndole un "moretón".

Esta mancha natural, que normalmente desaparece totalmente a los dos años de vida del bebé, en otro tiempo jugó un papel muy importante en nuestra historia, al punto de diferenciar a una persona de “sangre pura” de una de “sangre impura”

En la España de la reconquista los matrimonios mixtos entre nobleza española y musulmanes y judíos eran muy frecuentes. Llegado el siglo XVI se empezaron a exigir pruebas de sangre para acceder a los cargos civiles, eclesiásticos y militares. La Inquisición podía incluso anular licencias matrimoniales si el origen de las familias era dudoso.

El principio de la pureza de sangre fue traído al nuevo mundo por los conquistadores, las autoridades coloniales y el clero. En la sociedad colonial el principio de pureza de sangre funcionó para diferenciar tanto a los que se sospechaba de ser judíos o criptojudíos de los cristianos viejos e indios, como a los esclavos negros, sus descendientes y los mestizos.

La sociedad colonial en Hispanoamérica estuvo tan rígidamente estratificada que los mismos españoles admitieron que existía un régimen de castas, parecido al de la india, pero basado en el color de la piel (pigmentocracia) y lugar de nacimiento. En la cúspide de la pirámide estaban los españoles peninsulares, nacidos en el viejo continente, ellos ocupaban los cargos más altos e importantes; luego seguían los españoles criollos, nacidos en suelo americano, que eran considerados inferiores a los peninsulares debido a la creencia de la época de que el clima tropical y húmedo corrompía al ser humano haciéndolo menos inteligente y haragán. Luego seguían los caciques indígenas y nobleza autóctona (que habían sido convertidos en colaboradores) después los mestizos. En la base de la pirámide estaban los descendientes de los esclavos negros mezclados con las otras razas: mulatos, cuarterones, zambos y negros libertos.

Los peninsulares ejercían la mayoría de los altos puestos políticos, económicos, judiciales y eclesiásticos. Las demás posiciones de importancia las compartían con los criollos. Los cargos inferiores y la mayoría de los oficios los ocupaban los mestizos. Esta injusta división del trabajo así como su obvia consecuencia económica produjeron, como es de suponerse, fuerte tensión y resentimiento, y finalmente contribuyeron al estallido de la lucha por la independencia.

En América desde la conquista, raza y clase fueron fusionadas La doctrina de la limpieza de sangre sirvió para afianzar la jerarquía social colonial. Cuando los amerindios fueron reconocidos como vasallos por la Corona española, se les denominó gentiles y se les reconoció poseer sangre pura; por otro lado, la sangre de los esclavos africanos se consideraba contaminada por sus orígenes bárbaros en Guinea. Esta misma “impureza de la sangre” fue atribuida a los mestizos americanos.

Los mestizos en principio nacieron como resultado de las masivas violaciones a las mujeres indígenas Luego los mestizos ilegítimos crecieron en número conforme aumentaba la llegada de los españoles de las clases bajas, quienes fácilmente se casaban con las indias y mestizas y contribuían a poblar el Nuevo Mundo con mestizos. Estos a fines del período colonial llegaron a constituir el grupo más numeroso de la pirámide social (en algunos países)

Los mestizos no pertenecían al grupo de vencedores ni vencidos, estaban fuera del orden legal que existía a partir del siglo XVI. Se diferenciaban claramente de los indígenas porque no se agrupaban en comunidades, no tenían bienes colectivos, y pocas veces tenían tierra para sembrar. Esto generaba que no tuvieran obligaciones ante las autoridades locales.

Los mestizos, también llamados ladinos, no querían ser confundidos con los mulatos y querían integrarse al grupo de los españoles. También rechazaban la etnia indígena materna que consideraban inferior y despreciable por su condición de vencidos.

En la América española someterse a un examen de pureza de sangre permitía garantizar el derecho de los hijos a heredar las encomiendas, obtener el acceso a determinados cargos públicos y religiosos, y el acceso a oportunidades de matrimonios ventajosos

Se fueron creando nuevos términos para aplicar a las “nuevas categorías de gentes” para intentar ordenar la sociedad colonial, se hablaba entonces de mestizo, zambo, zambo prieto, mulato, morisco, albino, castizo, salta atrás o saltapatras, coyote, harnizo, chamizo, lobo, gilvaro y demás. El número cada vez mayor de individuos “mezclados” presentaban a la corona una amenaza constante porque su ilegitimidad hacía su ascendencia peligrosamente dudosa. Por ello en 1768, el rey Carlos III ordenó a la Audiencia de Lima prohibir el acceso a la carrera de leyes a los que no pudieran demostrar su legitimidad y pureza de sangre, en vista del “daño pernicioso ocasionado a la República y al buen gobierno por la multitud de juristas de oscuro nacimiento y mala educación que abundaba en aquel Reino … y para remediar el daño que es tan nocivo al público como vergonzoso para todos aquellos que no están marcados por la mancha infame del vil nacimiento de los zambos, mulatos y otras castas, con quien los hombres de mediana condición se avergüenzan de tener relaciones”

En 1772 un magistrado del Consejo de Indias solicitó al rey que ordenase a los párrocos locales “que no dispensen ni ordenen a los expósitos, que por su aspecto y señales bien conocidas denoten ser mulatos u otras castas igualmente indecorosas para la jerarquía eclesiástica...”. El Rey accedió y prohibió a los expósitos que fueran ordenados sacerdotes en las Indias excepto en circunstancias muy especiales.

La mancha de la que se hablaba, que era una de las “señales bien conocidas” era la mancha mongólica. También le llamaron “la medalla” y aún hoy en algunos lugares es considerado un estigma. La nalga de un bebé colonial podía servir de evidencia para la constatación de su pureza de sangre, de ahí la importancia de poseer una nalga blanca, sin mancha; una indicaba la descendencia directa de los españoles caucásicos, la otra la vinculación con razas tenidas como inferiores (parte de la doctrina que justificaba la conquista) o peor aún, la mezcla de razas.

Esta diferenciación y sistema de jerarquía de clase-raza tuvo su transformación estética después de la independencia de Centroamérica. Se terminaron las pruebas de sangre pura y las leyes de discriminación racial se fueron reformando; sin embargo el racismo, la pigmentocracia y la estratificación social clasista se mantuvieron tal cual.

Cuando Nicaragua se convirtió en República independiente, los criollos ocuparon los espacios de poder. Esto dio cabida a dos patrias: la criolla-mestiza y la indígena-negra. Se fundó entonces un Estado Legal pero ilegitimo.

Los mestizos, que eran la mayor parte de la población, no ocuparon inmediatamente puestos de poder, pero poco a poco fueron accediendo a ellos; ejemplo de ello fue el primer presidente de la república Frutos Chamorro, hijo de una indígena guatemalteca y un nicaragüense.

La influencia de la antigua institución colonial de la encomienda, la organización en castas y la segregación de los indígenas a barrios y pueblos se convirtió en una barrera infranqueable para los criollos que influenciados por el pensamiento de los ilustracionistas europeos, pretendían construir una identidad nacional y regional. Se generó una contradicción fundamental entre las clases dominantes, que aspiraban a fundar un estado nación centroamericano y el pueblo campesino, indígena y negro cuyo imaginario y vida cotidiana era de carácter localista. Esto dio lugar al nacimiento de dos culturas políticas distintas, una brecha entre estos grupos que hasta hoy perdura.

Los grupos dominantes de la Nicaragua republicana se encontraban distribuidos entre Granada y León. Las principales ciudades construidas por los españoles y entre las cuales se distribuyó la mayor cantidad de encomiendas entre los conquistadores.

Estas ciudades, con poca comunicación entre sí, desarrollaron su vida económica en forma autónoma, con un comercio independiente a través de sus puertos; y fieles a la herencia de la encomienda, tenían un control político sobre las regiones rurales de cuya agricultura eran dueñas. Se creó entonces una división rural y política. Se contaba con dos ciudades que servían de sustitutos de un Estado nacional. Pelearon entre ellas durante años, siendo Granada la cuna de los hacendados que estaban en contra de la independencia (para mantener viva la institución de la encomienda y sus versiones posteriores) y León la cuna liberal que buscaba la independencia para tener más oportunidades de negocios con la exportación e importación de bienes.

En aquel entonces las únicas tierras cultivadas eran las del Pacífico. Lugar original de los asentamientos coloniales, albergaban la mayoría de la población mestiza pobre que ofrecía su mano de obra en las haciendas de añil y de cacao, productos de la colonia que siguieron siendo en la república la base de la economía nicaragüense, junto con la explotación ganadera.

Fueron entonces Granada y León la cuna de las primeras oligarquías. Con los años se le sumaron oligarquías de Matagalpa y Jinotega con el café y la de Managua con fábricas y poder militar. La oligarquía es el gobierno de unos pocos, modelo heredado de la conquista donde unos pocos conquistadores redujeron a miles de indígenas a fuerza y sangre.

La oligarquía ha gobernado desde entonces a Nicaragua entre pugnas de poder y guerras internas. Un aventurero norteamericano, llamado William Walker en el siglo XIX los obligó a unirse, dando paso a eventos históricos que le sirvieron años después al dictador y oligarca liberal José Santos Zelaya, a inventar el mito de la guerra nacional como fundamento de la “identidad nacional”. Este último, debido a su intento de establecer relaciones comerciales con Europa, más allá del área de influencia norteamericana, fue derrocado por el imperio yanqui con ayuda de nicaragüenses, inaugurándose un período de intervención norteamericana que continuaría hasta la llegada de Sandino.

El injerecismo de Estados Unidos y la complicidad de nicaragüenses dio canida a otro elemento importante en la hegemonía oligarca: el arbitrio de potencias extranjeras.

Con el correr del tiempo, la diferencia entre criollos y mestizos se hizo difusa, hasta que prácticamente desapareció. Quedó la cultura política de la clase dominante y grupos familiares de apellidos reconocidos a lo largo de la historia como los Chamorro, los Sacasa y los Lacayo. Perduró también la exclusión política y económica de la patria indígena-negra, cuya integración solo se dio a un nivel carnavalesco en el folklore y el día de la raza.

En 1979 una revolución popular derrocó la dictadura dinástica de los Somoza. Este evento histórico dejó al descubierto las diferencias de clase y la existencia de varias patrias. Marcó una división entre la oligarquía identificada con Europa y Estados Unidos y el pueblo, compuesto por obreros y campesinos, los mismos que siempre habían ofrecido su mano de obra barata en los territorios del Pacífico. Una nueva potencia pasó a jugar el papel de Estados Unidos: la Unión soviética. Pero la revolución no fue necesariamente apoyada por la patria indígena-negra. Los mayagnas tienen una historia diferente en la que la figura de Sandino y los sandinistas fueron fuente de dolor y sufrimiento colectivo; los indígenas Jinotega fueron expulsados de sus territorios ancestrales para dar paso al “progreso” de la presa de Apanás; los miskitos se alzaron en armas y formaron Yatama, aún en pie de lucha, aunque dividida e infiltrada por los vicios del poder y el clientelismo. Nuevamente el Estado, refundado después de 1979, fue legal pero no legítimo.

Después de la revolución Nicaragua siguió conformada en clases. Debajo del discurso de solidaridad e igualdad social existía una clase de funcionarios con privilegios y poder. Estaba el pueblo organizado en cooperativas, sindicatos y CDS y los indígenas en sus territorios, esperando la restitución de sus derechos ancestrales. Y claro, estaba la oligarquía, una parte en Miami, esperando retornar y otra parte en Nicaragua, haciendo negocios con la nueva oligarquía: la de los nueve comandantes.

Una década después el poder volvió a la oligarquía antigua a través de la viuda de un Chamorro. Se desecharon las palabras de compañero y camarada que había permitido aparentar que las barreras de clase se habían destruido y se adoptó con beligerancia la doctrina y modelo económico neoliberal que rápidamente aumentó las brechas de clase. Así mismo Nicaragua volvió al redil de Estados Unidos y su injerencia se llevó a cabo de manera más “políticamente correcta” a través de regulación económica impuesta por los préstamos del Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo.

La recién creada oligarquía de la cúpula sandinista tomó su nuevo papel histórico usando el tesoro nacional robado al erario de la república, la llamada piñata, para afianzarse como competidores de la oligarquía, manteniendo sus redes de influencia en sindicatos y cooperativas para poder así gobernar desde abajo.

El viejo patrón de luchas por la hegemonía política’-económica, antes definidas geográficamente por León y Granada, renació en la forma de pugnas entre la oligarquía de apellido y la nueva oligarquía de la revolución. Las antiguas guerras civiles fueron sustituidas por asonadas y enfrentamientos entre antimotines y turbas sindicales. La Nicaragua pos revolución se volvió a estabilizar gracias a un pacto de la cúpula sandinista con el gobierno Barrios, el llamado pacto de transición, en el que se acordó entre otras cosas la distribución del poder a través de las magistraturas del Consejo Supremo Electoral y Consejo Supremo de Justicia. Este arreglo se profundizó aún más con varios pactos sucesivos entre los dos nuevos oligarcas del país: Arnoldo Alemán y Daniel Ortega Saavedra. Ambos se entronizaron en sus respectivos partidos políticos como instrumentos de poder y tomaron la decisión de distribuirse el país de manera permanente, manteniendo el juego de la democracia electoral como mecanismo de legitimización internacional.

El papel de las potencias extranjeras en la política nacional volvió a repetirse a través de la afiliación a la Alternativa Bolivariana de los Pueblos, convirtiendo a Nicaragua en un área de influencia de las políticas del presidente Hugo Chávez, con una inversión de 20 millones de dólares en prestamos para financiar las campañas y políticas populistas del FSLN. Nicaragua vuelve a ser sujeto del injerencismo.

Irónicamente el partido de gobierno llama oligarcas a los que se le oponen y la memoria ancestral de la mancha mongólica reaparece en la voz de la juventud sandinista que llama a “culitos rosados” a los jóvenes que se manifiestan contra el verticalismo represivo y el afán reeleccionista (muy propio de la oligarquía) del presidente de la república. El partido de gobierno usa y azuza antiguos rencores inconscientes, producto de la discriminación del mestizo por parte del criollo, tristemente es parte de un juego de poder más antiguo que todos los actores políticos actuales.

La oligarquía sigue gobernando Nicaragua, el sistema de clases sigue existiendo, la injerencia de potencias extranjeras también y si nos guiamos por el irrespeto a los derechos indígenas, la intromisión de colonos mestizos a tierras indígenas a la vista y paciencia del Estado y la usurpación de territorio a la RAAS, también podemos afirmar que la pigmentocracia y racismo siguen vivos también.

El Equipo de Política Mente Incorrecto

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